domingo, 28 de julio de 2013

Crítica cultísima (No. 10, mayo 2001)


Después de mucho pensármelo he decidio aprender por fin a escribir como la gente inteligente y conocedora. Para eso me he recetado sepan cuantos números atrasados del suplemento cultural de La jornada, la crítica de teatro de Tiempo libre y todo lo que se ha escrito en Universum sobre la relación entre ciencia y arte. Creo que ya voy entendiendo.
         Para empezar he notado que es imprescindible poner unas cuantas palabras en latín; “dixit Fulano” es obligatorio. La gente inteligente pone “acaso” en lugar de “quizá” o “tal vez”, y “baladí” en vez de “trivial” o “sin importancia”. Es esencial referirse a sí mismo con expresiones indirectas, cuanto más enmarañadas, mejor, aunque al mismo tiempo hay que emplear el “nos” mayestático, insólita mezcla de modestia y soberbia.
         A continuación les presento el texto que escribí tomando en cuenta estos preceptos. Es un texto muy útil por versátil: sirve para criticar cualquier cosa y a cualquier persona, sea pintor, escultor, escritor, compositor, filósofo, psiquiatra, coreógrafo, barrendero o divulgador de la ciencia, pero en lenguaje cultísimo, eso sí. Si lo quieren usar cambien “Frumento” por el nombre del criticado y “Gombrich” por el de alguna autoridad en la materia. Empiezo:

La obra de Frumento conlleva acaso una dicotomía baladí, dixit Gombrich. Vale decir que es por eso que la trascendencia de los objetos (de las obras) nos sobrecoge con su vocación a lo infinito, a lo eterno, siendo la inspiración del autor las mil formas de la naturaleza. ¿Hay en todo el Universo cosa más seductora que la ambivalencia?
Frumento nos lleva en su obra a un mundo donde tiempo y energía devienen en emotividad, en pasión; en donde a las prístinas evocaciones neoplatónicas de las formas se unen las trepidaciones telúricas del alma, acaso baladí, dixit Gombrich.
Arribamos así a un punto acaso baladí, Gombrich dixit: la confluencia, en una sola obra, de la más profunda reflexión filosófica y estética con un afán lúdico, acaso baladí (dixit Gombrich).
Acaso sea baladí añadir aquí que quien estas líneas escribe es amigo de la infancia de Frumento. Quizá sea por eso que su obra nos sobrecoge más con su expresión franca del vacío cósmico y de la trémula (y acaso baladí) fragilidad humana. ¿Qué decir del sentimiento del tiempo hieratológico que se percibe en algunas obras de Frumento? ¿Acaso se adivinan, bajo un manto de frivolidad baladí, las negras profundidades de una personalidad estigia, o quizá (acaso) la influencia (baladí) de Bergson y de Lacan?
El intelecto y lo afectivo devienen en simbología tropicoespacial, siendo la obra de Frumento, con todo, acaso baladí”.

         ¿Les gustó? Me he permitido al mismo tiempo mandar este texto al Premio Alan Sokal a la Incoherencia Pretenciosa, categoría Cháchara Relamida. ¡Ojalá que gane!

No hay comentarios:

Publicar un comentario