Después de mucho pensármelo he
decidio aprender por fin a escribir como la gente inteligente y conocedora.
Para eso me he recetado sepan cuantos números atrasados del suplemento cultural
de La jornada, la crítica de teatro
de Tiempo libre y todo lo que se ha
escrito en Universum sobre la
relación entre ciencia y arte. Creo que ya voy entendiendo.
Para
empezar he notado que es imprescindible poner unas cuantas palabras en latín; “dixit Fulano” es obligatorio. La gente
inteligente pone “acaso” en lugar de “quizá” o “tal vez”, y “baladí” en vez de
“trivial” o “sin importancia”. Es esencial referirse a sí mismo con expresiones
indirectas, cuanto más enmarañadas, mejor, aunque al mismo tiempo hay que emplear
el “nos” mayestático, insólita mezcla de modestia y soberbia.
A
continuación les presento el texto que escribí tomando en cuenta estos
preceptos. Es un texto muy útil por versátil: sirve para criticar cualquier
cosa y a cualquier persona, sea pintor, escultor, escritor, compositor,
filósofo, psiquiatra, coreógrafo, barrendero o divulgador de la ciencia, pero
en lenguaje cultísimo, eso sí. Si lo quieren usar cambien “Frumento” por el
nombre del criticado y “Gombrich” por el de alguna autoridad en la materia.
Empiezo:
La
obra de Frumento conlleva acaso una dicotomía baladí, dixit Gombrich. Vale decir que es por eso que la trascendencia de
los objetos (de las obras) nos sobrecoge con su vocación a lo infinito, a lo
eterno, siendo la inspiración del autor las mil formas de la naturaleza. ¿Hay
en todo el Universo cosa más seductora que la ambivalencia?
Frumento
nos lleva en su obra a un mundo donde tiempo y energía devienen en emotividad,
en pasión; en donde a las prístinas evocaciones neoplatónicas de las formas se
unen las trepidaciones telúricas del alma, acaso baladí, dixit Gombrich.
Arribamos
así a un punto acaso baladí, Gombrich
dixit: la confluencia, en una sola obra, de la más profunda reflexión
filosófica y estética con un afán lúdico, acaso baladí (dixit Gombrich).
Acaso
sea baladí añadir aquí que quien estas líneas escribe es amigo de la infancia
de Frumento. Quizá sea por eso que su obra nos sobrecoge más con su expresión
franca del vacío cósmico y de la trémula (y acaso baladí) fragilidad humana.
¿Qué decir del sentimiento del tiempo hieratológico que se percibe en algunas obras
de Frumento? ¿Acaso se adivinan, bajo un manto de frivolidad baladí, las negras
profundidades de una personalidad estigia, o quizá (acaso) la influencia
(baladí) de Bergson y de Lacan?
El
intelecto y lo afectivo devienen en simbología tropicoespacial, siendo la obra
de Frumento, con todo, acaso baladí”.
¿Les
gustó? Me he permitido al mismo tiempo mandar este texto al Premio Alan Sokal a
la Incoherencia Pretenciosa, categoría Cháchara Relamida. ¡Ojalá que gane!
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