En la lejana Krylia hubo un
concurso de belleza. Los krylianos son muy mojigatos. Les da pena mirarse el
cuerpo (a algunos con razón, porque lo tienen horrible) y está prohibidísimo
mirárselo a los demás. Para evaluar la belleza de las participantes los
organizadores del concurso las metieron en una caja de madera con tres rendijas
por las que los jueces podían ver partes del cuerpo contra las cuales no tienen
nada las autoridades religiosas del país: las orejas, la punta de la nariz y
las uñas de los pies. El concurso se declaró desierto porque a los jueces las
concursantes les parecieron espantosas, y no es de extrañar: las cosas a
pedacitos pierden el chiste. Además, ¿quién tiene hermosas las uñas de los
pies? Que el que esté libre de uñas enterradas arroje la primera piedra…
–A ver, niños
–dice el maestro a los estudiantes de primero de secundaria del Colegio Duckie
(primaria, secundaria, inglés y computación, no faltaba más)—, repitan: “los
planetas se mueven en órbitas elípticas con el sol en uno de sus focos”.
Los
niños repiten, imprimiendo a sus vocecitas el sonsonete encantador de los
escolares que no han entendido un cuerno. Ya en casa les cuentan a sus papás
que en clase de ciencias naturales aprendieron que las plantas se mueven en
órbitas epilépticas con focos prendidos.
–Yo
no sé para qué les enseñan ciencias naturales –dice el papá—. Eso a quién le
importa.
Soltando
un bufido de indignación, el rey del hogar sintoniza en la tele el talk show Tonto el que lo vea, al tiempo que se
rasca en una parte que desaprobarían las autoridades de Krylia.
Con todo, la
ciencia es importantísima. Así lo reconoce el dueño del portal de internet Sí_cómo_no.com y por eso su expendio de información
cuenta con una sección dedicada a la ciencia y la tecnología. ¿No la han visto?
Entren al portal, vayan a la sección de horóscopos, bajen hasta el final de la
página, hagan clic en “temas relacionados” y píquenle en donde dice “homo
hábilis”. El Homo hábilis es un bicho
extinto hace millones de años y que se parece más a un chimpancé que a un
científico (de los que no se parecen a un chimpancé), pero al dueño le pareció
ingeniosísimo ponerle así a la sección de ciencia, quizá porque su primo el listo
se asemeja a uno de esos primates. He aquí una noticia científica de esa
sección: “Viene el virus de la Psitacosis del Congo. La Secretaría de Salud
confirmó que este temible virus ya entró en México. Aunque las autoridades
afirman que sólo ataca a los ornitorrincos en celo, no pudieron negar, ante
nuestra insistencia, que existe una probabilidad de una en treinta millones de
trillones de que el virus ataque a las personas. ¡Tengan miedo! ¡Tengan mucho
miedo!”
Una televisora,
consciente de la importancia de la ciencia, ha lanzado un programa titulado La ciencia es divertida, pensado
cuidadosamente para atraer hordas de niños que no podrán resistirse a la
diversión sin límites que promete este originalísimo título. El programa lo
conduce un señor vestido de niño (¡ingeniosa estratagema!) que, con voz
atiplada (¡pero qué buena idea!) y entre gritos de “amiguitoooo, la ciencia es
tu amiguitaaaa”, despacha interesantísimos mensajes científicos como “¿sabías
que el número atómico del protactinio es 91?”
El
otro día alguien me preguntaba que por qué a casi nadie le gusta la ciencia. He
estado piense y piense, pero todavía no tengo respuesta.
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